DEDICATORIA: 

Dedico el siguiente escrito, a esos más de “3,000” trágicamente caídos, y también a los demás inocentes involucrados, para los que el 11 de septiembre empezó como siempre, pero no terminó de la misma forma.  

PROLOGO:

Antes de leer lo que sigue, lo cual escribí ya hace 20 años, te pido por favor, guarda en señal de respeto un minuto de silencio.

El experto meteorólogo no se había equivocado esa nefasta mañana. El cielo sí estuvo despejado y claro como él lo había previsto. El sol brilló en todo su esplendor y las amenazas de lluvia esa cálida mañana veraniega fueron mínimas. Lo único que nunca imaginó fue que la “Gran Manzana” finalmente sí se viera inundada, pero por los violentos chorros de agua que desgraciadamente expulsaran las mangueras de los abnegados bomberos, y por las nubes de polvo, papeles y rencor que nuevamente generaran los inhumanos ataques del terrorismo.

El centro económico, político, militar y social de la moderna humanidad y del recientemente inaugurado siglo XXI estaba en ruinas. ¡Inimaginable! La irracionalidad había triunfado una vez más sobre la conciencia. La paz había quedado reducida a cenizas y escombros, como siempre, permaneció guardada sólo en un triste cajón, el de la esperanza. La atestada gaveta, contenía tantos y tantos documentos ya revisados y corregidos, y tantas propuestas de pacificación, que ya no había lugar para ni una más. El común denominador de esas buenas intenciones: La falta de firmas. De compromiso a respetarse o a convivir, a tolerarse, o de olvidar posturas extremas. De realmente creer en el otro, o de qué sé yo…

La gran ciudad, símbolo del avance moderno, al igual que todo el mundo, presenció en vivo y a todo color como cambió repentinamente el panorama tanto social como urbano del rumbo. El ser humano entró casi sin imaginárselo en una nueva era de oscurantismo y fanatismo. La paradoja del avance tecnológico y aeronáutico conviviendo minuto a minuto con el retraso de mentes cavernícolas, que con saña inconcebible, emplearon tales logros para la destrucción en vez de lo que sea para lo que realmente se desarrolló. ¡Terrible uso de la planeación estratégica! El freno al desarrollo de la humanidad se sintió de inmediato. El salto al pasado fue bestial.

Los terroristas, con el sigilo fríamente calculador de una traicionera hiena, secuestraron unos cuantos pacíficos e inocentes vuelos comerciales, y con maldad infernal, directamente enfilaron las majestuosas aeronaves a toda velocidad contra su indefenso destino. Al impactarse los gigantescos aviones contra las dos magníficas torres de acero, hormigón y cristal del WTC en Nueva York se convirtieron inmediatamente en mortíferas bombas incendiarias. Un infierno “Dantesco”, real y no literario, de proporciones salvajes, consumió en cuestión de minutos las más importantes muestras de la arquitectura contemporánea. Destruyendo completamente tales magníficas obras de la Ingeniería moderna con su ataque artero mortal. Algo similar pasó al estrellarse un tercer aeroplano contra el imponente edificio del Pentágono. Se suicidaron los aerosecuestradores por “la causa o por el triunfo máximo del extremismo, por la guerra santa o por quien sabe qué…”, matando a toda su preciada compañía. Murieron también cientos de inocentes pasajeros, familiares, ejecutivos, trabajadores, rescatistas, visitantes, parientes; miles de seres humanos inocentes sufrieron desgarradoras pérdidas humanas y de sueños y esperanzas de un mundo mejor.

Esas impresionantes torres, no podrán ser visitadas más ni por turistas actuales, ni por turistas del futuro, ya que eso no podrá ser posible. ¡Qué pena, y qué lástima, ya que hubieran sido dignas de formar parte del selecto grupo de las “…Maravillas del mundo…”

!La guerra a la paz, al mundo moderno, a la convivencia y a la fraternidad se había declarado sin final aparente en el corto plazo. Las consecuencias sociales y económicas se empezaron a sentir casi de inmediato. El “avance” de la civilización moderna tuvo un alto inmediato y repentino, casi todos los 500 últimos años de progreso se habían perdido irremediablemente.

El retroceso a la Edad Feudal, a la de la Santa Inquisición, a la de las Cruzadas, o a la Edad de las Cavernas, tardó sólo unos cuantos minutos. El mundo volvió a su status normal, el de la guerra de todos contra todos en un instante. Un mundo lleno de odio, temor y rencor renació desgraciadamente.

¿Padres, madres, hijos e hijas se perdieron irremediablemente en pro de qué? ¡Nunca más regresarán! ¿Por qué…? ¿Para qué…?

Hasta sólo unos cuantos días antes, la medida exacta del daño fratricida que puede infligir el flagelo moderno de la sociedad actual, el macabro terrorismo, no había sido sentido con toda su impactante y genocida fuerza más que por unos cuantos pueblos. El Israelí por todo su pequeño y ensangrentado territorio, el Español en tierra Vasca, el Inglés en el norte de Irlanda, el Colombiano en su verde territorio o el Argentino en los barrios pintorescos de Buenos Aires, entre otros, sin olvidar que el blanco fueron una vez más, en esta última ciudad, las instituciones Judías. O vale la pena recordarlo, el mismo pueblo estadounidense, en sus embajadas o barcos, fuera del territorio, o en sus mismas Torres Gemelas unos pocos años antes, o en Oklahoma, o…. Pero, estos pocos últimos tristes y aislados casos, desgraciadamente no los preocuparon suficiente o puso todavía en máxima alerta o en marcha ante la magnitud de lo que desgraciadamente algunas mentes enfermas todavía tramaban.

La brutal estocada fue planeada con suficiente antelación y brilló por la precisión impresionante desplegada. Es inconcebible cuando las mentes dotadas de elevada inteligencia la emplean para los objetivos equivocados. ¡Valores y derechos humanos! ¡Já! El tamaño del ejército que temporalmente derrotó esa mañana a la máxima potencia mundial y al mundo moderno o global fue infinitesimal. El fanatismo puede crear cientos de ejércitos invencibles de hasta una sola persona. Los aterradores golpes dados por los históricos “Kamikazes de la Segunda Guerra Mundial”, al compararlos con lo recién ocurrido, no se equiparan a lo que una cabeza enferma de odio puede hacer en contra de sus hermanos.

Lo peor de todo, es que todavía hay tantas cosas positivas por hacer en este “bello” mundo.

Más de “3,000” personas perdieron la vida en ese instante y las demás de alguna u otra forma relacionadas con las anteriores también. El mundo no será el mismo que antes. El miedo y el rencor andarán libres una vez más por todos lados presentes. Eso de “amaos los unos a los otros” o aquello tan importante que desde chicos nos enseñaron en la escuela de “no hagas al otro lo que no quieras que te hagan a ti”, volvieron a quedar en el olvido o sólo como buenas ideas publicitarias para usarlas mucho más adelante como un mensaje en algún poster y no como valores universales que valen la pena de ser transmitidos y observados diariamente. ¡Juárez, lástima, desgraciadamente son tan pocos los que te han estudiado y comprendido! 

Toda la población de este mundo, menos unos cuantos, se sumieron en  una tristeza incomparable, acompañada de temor e incertidumbre por el futuro de la humanidad. Las muestras de solidaridad fueron miles. La gente no cabía en su sentimiento de fragilidad, fraternidad y espíritu de colaboración. Pero, por qué no se había podido prevenir una tragedia de tal magnitud. Por qué nadie se dio cuenta de tal posibilidad. Humanos, al fin humanos. Nunca aprendemos en mente ajena. Un lugar lleno sólo de buenas intenciones… ¿De qué sirve sólo tener buenas intenciones? ¡Soberbia, falta de involucramiento y apoyo! ¿Quién lo sabe…? 

¿Cómo es posible que algunos, todavía bailaran y celebraran llenos de júbilo ante tal catástrofe?

Es menester recordar y recalcar aquí las similitudes que guardan los recientes eventos, con la forzada entrada de la potencia más grande del mundo a la Segunda Guerra Mundial. Son muchas. La única diferencia en este caso estriba en la escala mundial del magnicidio y la forma en que, como antaño, se ven los Estados Unidos obligados a involucrarse de nuevo en los devenires diarios y mundanos de nuestro maltratado planeta. Sí, a interesarse en las cosas de esos otros países que todavía no estamos desarrollados y que en este mundo global también influyen en todo lo que sucede. ¡Ah, y que irremediablemente algunos quieran o no, también, somos parte de este mismo planeta, aunque muchos quisieran olvidarlo o que no lo fuéramos!

Los eventos que llevaron en el pasado a los Estados Unidos a la participación en el segundo conflicto mundial, en el cual aproximadamente 6,000,000 de judíos además de otros millones de muchas otras nacionalidades, quienes estaban siendo masacrados en pro de la conservación de la raza aria, bajo las garras del totalitarismo nazi, fueron también debidos a un ataque sorpresa. La gran nación desgraciadamente no inició su participación en el conflicto mundial, sólo hasta después del mortal ataque que sufriera en Pearl Harbor. 

Antes del cobarde ataque a Las Torres Gemelas o al Pentágono, muchos países, incluyendo Israel, han tenido otra vez que vivir aislados y sufrir solos, todos los actos de terrorismo brutales perpetrados por el fanatismo y el extremismo en contra del pueblo de Israel, o del Español, o del Inglés o del…

Lo anterior, nos muestra como tristemente, la gente no escarmienta en mente ajena.

¿Qué sigue, ojo por ojo o reflexión y respeto al derecho ajeno, consenso, discusión, acuerdos, tolerancia y reconocimiento al valor que realmente tiene el ser humano y la libertad a sus creencias, tradiciones e ideas y valores culturales aceptados? ¡A su derecho de vivir y progresar!

¿Qué sigue? ¡Paz o guerra! ¿Comunicación, Capacitación, Coordinación, Conciencia…? 

¿Qué sigue…? ¿¡Pensar, planear, decidir y actuar mejor…¡?

Por lo pronto: ¡Mi completo repudio a tales actos barbáricos y castigo a los culpables!

Y: ¡Mis sinceras condolencias a todos los familiares de los que desafortunadamente murieron, espero, por un mundo mejor!

¿Qué sigue…? 

CONCLUSIÓN:

EPILOGO:

Lo terrible de esta tragedia, estriba en lo triste pasado y en la forma que ocurrió. Pero, también en lo increíble de los recientes eventos, en los que los derrotados EEUU se retiraron “vencidos” por la inconciencia de su nuevo presidente, que les volvió a entregar incondicionalmente su país Afganistán, y además les regaló su nueva embajada, sus aeropuertos civiles y militares, cientos de miles de armas mortíferas sofisticadas a sus previamente encarcelados enemigos y recientemente liberados terroristas Talibanes y de Al-Qaeda y de demás grupos terroristas, que previamente los atacaron sin ninguna traza de misericordia o arrepentimiento. Mis respetos, recuerdos y reconocimientos para los inocentes fallecidos.