En la lucha contra el coronavirus todavía nos queda por mucho avanzar. Poco a poco los distintos sectores económicos se reactivan, y las autoridades recomiendan una precavida apertura de negocios en forma escalonada que reduzca los focos de infección al garantizar espacios de trabajo sin riesgo de contagio.
A la par, las empresas no han dudado en implementar home office de manera indefinida o nuevas formas de seguir operando; una prueba de ello es que Twitter anunció que regresar a las oficinas sería opcional. Pero para algunas compañías adoptar esos esquemas de trabajo es imposible porque sus procedimientos son presenciales, lo que las lleva a evaluar sus políticas internas de salud y seguridad.
Cualquier industria sabe que el primer compromiso ante sus trabajadores es proporcionarles bienestar. Como el virus nos dejó atrás al acelerar su propagación, es importante hacer ajustes razonables en las normas seguridad que vayan de acuerdo a las nuevas condiciones con el propósito de impedir que vaya más adelante.
Habrá que acatar las recomendaciones de expertos en salud, como montar filtros que registren síntomas vitales de las personas, mantener una distancia de 1.5 metros entre personas, mantener superficies limpias de manera constante, reducir el número de reuniones y hacer videoconferencias cuando sea posible. Es importante mantener una cantidad mínima de visitas, tanto de las que se reciben al interior como las que los empleados harán a otras empresas.
Un verdadero reto será el tema de las áreas compartidas como los baños o comedores. Por ello, es fundamental concientizar a la plantilla de que ésta es una carrera de relevos en la que se vencerá al trabajar como equipo. El objetivo es promover el uso responsable de esas zonas y contar con material de protección en todo momento, lo que genera un sentido de comunidad más fuerte en la que todos cuidan de todos.
Sin embargo, no sólo se comparten áreas, sino también accesorios, prendas, o productos como el botiquín de primeros auxilios. Existen varias formas de afrontar este problema: asignar un solo utensilio por trabajador, comprar piezas desechables o sanitizar con estricta frecuencia cada uno los materiales.
La experiencia que tenemos en Dickies como líderes de ropa de trabajo nos permite saber que las compañías necesitarán de vestimenta que soporte una limpieza continua. Gran parte de nuestro catálogo tiene resistencia a lavados industriales, lo que garantiza que aún después de numerosas rondas de lavado las prendas seguirán intactas, incluso una vez que la pandemia acabe.
Desde otro ángulo, también hay que ser empáticos con el trabajador. Es muy probable que muchos vuelvan con el miedo de contagiarse, y con la presión de creer que si llega a suceder podrían perder sus empleos. La seguridad emocional y psicológica también debe formar parte del discurso de las empresas al dejar claro que la salud está en primer plano.
A medida que los negocios reabran elaborarán todo tipo de maniobras para minimizar las infecciones. El énfasis -de nuevo- está en entender que la lucha contra el COVID-19 nos atañe a todos, dado que llegar a la meta dependerá de tomar una actitud madura para que la economía regrese a la normalidad.