Establecer objetivos es esencial para la empresa sea o no familiar, pues se convierten en una guía para la formulación de estrategias y toma de decisiones. De aquí la importancia de su claridad al plantearse a corto, mediano y largo plazos, ya que pueden convertirse en la clave del éxito de mi negocio.
Si bien es cierto que un proyecto emprendedor nace de una idea entusiasta y visionaria, también es claro que, de no establecerse objetivos claros y concretos, cualquier idea de negocio puede quedarse en esto: tan sólo una idea. Saber qué se quiere hacer, hacia dónde se quiere llegar y cómo lograrlo, es indispensable para un emprendedor.
Establecer objetivos es esencial para el éxito de una empresa, pues se convierten en un curso a seguir y sirven como guía para la formulación de estrategias, para la realización de tareas, para la asignación de recursos y para enfocar los esfuerzos de todos los integrantes de la empresa hacia el cumplimiento de los mismos.
De aquí la importancia de definir nuestros objetivos; pero, ¿cómo plantearlos?, ¿cómo diferenciarlos de mis buenos propósitos o deseos como nuevo empresario para alcanzar el éxito?
Un objetivo bien definido, debe ser:
- Claro y concreto, es decir, debe redactarse de manera entendible, sin prestarse a confusiones ni dejar un amplio margen de interpretación. Además, al momento de redactarlos, ayuda en gran medida mantener la simpleza necesaria en la redacción y que esta no rebase los dos renglones.
- Medible, al implicar en su enunciado el logro esperado en un tiempo establecido. Es justamente esta característica lo que hace la diferencia entre un objetivo y un propósito o deseo, ya que será la pauta para, en un tiempo determinado, evaluar si se cumplió o no.
- Realista, al ser razonable teniendo en cuenta el entorno, la capacidad y los recursos tanto de la empresa, como de quien lo ejecutará.
- Congruente con la misión, la visión y la filosofía de la empresa en general.
- Desafiante, pero alcanzable; de ninguna manera debe ser algo que de todas manera sucederá, sino, más bien, debe significar un reto para la empresa, pero posible de alcanzar para evitar frustraciones y sirviendo de motivación para el crecimiento del negocio.
Si mis objetivos cumplen con estas 5 características indispensables, me servirán como apoyo para la toma de decisiones, pues se facilitará la evaluación de los procesos y resultados que se vayan logrando, así como la eficacia y efectividad de la empresa, de las áreas que la conforman o del responsable del proceso.
Ahora bien, ¿cuántos objetivos debo plantear? Es importante definir el objetivo general, que no es más que la expresión genérica de lo que persigue la empresa –lleva implícita la misión-, además de los objetivos específicos necesarios que permitan el cumplimiento de este objetivo general, por lo que es necesario que sean expresados en tiempo y cantidad (en ocasiones a los objetivos específicos se les conoce como metas).
El objetivo general debe servir de referencia para establecer los objetivos específicos pues, de no ser así, sólo se generarán buenos deseos, creando confusiones y falta de claridad de hacia dónde se pretende llegar.
De acuerdo al alcance del tiempo, los objetivos puedes ser:
- Estratégicos o de largo plazo, establecidos para un mínimo de tres años y un máximo de cinco; son planteados a nivel organizacional y, por tanto, permiten definir el rumbo de la empresa, así que cada objetivo estratégico requiere de objetivos tácticos.
- Tácticos o de mediano plazo, que se establecen en función de los objetivos estratégicos y son planteados a nivel de áreas o departamentos; generalmente, abarcan un período de uno a tres años.
- Operacionales o de corto plazo, que se hacen generalmente para un plazo no mayor de un año y en función a los objetivos tácticos; son planteados a nivel operaciones, es decir, para el personal que ejecutará los procesos, ya sea para un equipo de trabajo o bien individuales.
De esta manera, es claro que se deben definir objetivos para la empresa en general, para cada área o departamento, así como para cada equipo de trabajo o responsable del proceso. Asimismo, los objetivos de los equipos o responsables se establecen en función a los de cada área o departamento y los objetivos de estos últimos se formulan en función a los de la empresa.
Sin embargo, al momento de definir los objetivos no se debe crear una lista muy larga, sino algunos puntos clave principales que ayuden a cumplir la misión, la visión y las metas más importantes para la organización. De otro modo, lo único que se logrará es quedar como al principio, lleno de ideas y buenas intenciones.
También es importante que, al redactar un objetivo, no se mezclen las áreas o departamentos, así como los responsables de los procesos, enfocando la atención en el funcionamiento de cada parte de la empresa, lo que facilitará además la detección de fallas al momento de no cumplirse los objetivos (lo que se conoce como áreas de oportunidad).
En este punto es necesario tener bien claro que los objetivos bien planteados también facilitan la detección de fallas, pero no para culpar a la gente, sino más bien para identificar las áreas o procesos que no contribuyan al cumplimiento del objetivo de la empresa y, en caso de ser necesario, redireccionar los objetivos iniciales.
Finalmente, es indispensable que todos los integrantes de la empresa conozcan, compartan y tengan claros los objetivos pues, además de estar identificados como un equipo que produce sinergia, también se sentirán comprometidos y motivados para su cumplimiento, al dejar de lado la incertidumbre que, en ocasiones, es provocada por la falta de conocimiento tanto de la empresa como de los procedimientos de evaluación del desempeño, inmersos en los objetivos.