El filósofo José Ortega y Gasset postuló:
“Un hombre es el mismo y su circunstancia”.
Esta historia nos muestra lo difíciles que pueden resultar algunas circunstancias, y como a pesar de eso un ser humano puede ser él mismo, y abrirse un camino en la vida. Entre lo social y lo individual, como siempre, hay una maestra gestando los pequeños milagros de su vocación.
Richard era el alumno llegado de Paraguay, que no tardó en ganarse el afecto de sus profesores y compañeros en un colegio del norte de Argentina (provincia de Formosa). Desde el primer día sorprendió a todos por sus actitudes solidarias y su rendimiento escolar.
Rosaura Pando, profesora de inglés, nos cuenta su vínculo con Richard, y la historia del muchacho.
-“Alto, delgado, con una sonrisa permanente que te deja ver el fondo de su alma”, -le describe. Y añade que Richard, con cumplida asistencia y aspecto impecable, era uno de los más destacados en todas las asignaturas, pero con una predilección muy notable para aprender inglés.
Cierto día el muchacho se encontró mal, y otra profesora tuvo que llevarle a casa. Poco después, Rosaura le preguntó a su compañera cómo había terminado aquello:
-“No te imaginas dónde vive y cómo vive Richard”, -fue lo único que pudo responder, de forma entrecortada y con lágrimas en los ojos.
La profesora de inglés se enteró entonces de que Richard vivía en las afueras de la ciudad, cerca de una laguna, en una especie de choza de cartón y madera, debajo de un árbol.
Las circunstancias familiares que debía sobrellevar no guardaban aparente relación con su vida en la escuela: Richard, cuyo padre había fallecido cuando él era pequeño, ocupaba esa “vivienda” con su madre alcohólica, su padrastro, también bebedor, y cinco hermanos menores. Otros dos hermanos vivían en un hogar de acogida, en la ciudad.
Así las cosas, este adolescente de dieciséis años cumplía con sus estudios y, al volver a casa, se ocupaba de sus hermanos, les ayudaba en las tareas escolares, les llevaba a pasear, y conseguía algún dinero dando clases particulares, con el fin de comprar ropa para él y para los niños.
Poco antes de terminar el colegio, Richard preguntó a Rosaura si le veía condiciones para ser profesor de inglés.
-“Si ése es tu objetivo, podrás superar cualquier inconveniente”. -le aseguró ella-: “y aquí siempre tendrás un apoyo para lo que necesites”.
A todo esto, el jovencito había añadido una actividad más a sus compromisos diarios: era animador de grupos juveniles y programas de ayuda en una iglesia vecina.
Cinco años después de haber llegado, Richard salió del colegio con un expediente perfecto, la mejor nota media, y la gratitud de todos los compañeros por su constante solidaridad con quienes tenían dificultades para aprender.
Fue feliz cuando recibió el diploma, especialmente porque se lo entregaron con un premio adicional: todos los profesores habían decidido regalarle un completísimo diccionario de inglés, para respaldar su nueva meta en la vida.
Cuando Richard estaba a punto de empezar el cuarto y último año de su carrera, ya soñaba con hacer las prácticas en E.G.B. y Secundaria, que es el paso anterior a obtener el título.
En esa época tuvo que viajar a Buenos Aires, para participar en un encuentro religioso para jóvenes. Allí las circunstancias volverían a sorprenderle: conoció a los representantes de una Fundación centroamericana que otorga becas a estudiantes de América Latina. Éstos apreciaron la capacidad intelectual y los valores humanos de Richard, y decidieron ayudarle. Un funcionario de esa institución gestionó personalmente los trámites para que él cobrara una beca en el Banco Nación de Formosa, de manera que pudiera continuar con los estudios y se desarrollara en su comunidad, sin desarraigo.
Actualmente, el muchacho vive en una casa de ladrillo que pudo construir para los suyos, no sufre tantas privaciones como al principio, y la calidad de vida de sus hermanos pequeños ha mejorado.
Todo es muy distinto ahora (finaliza el relato Rosaura, profesora de inglés en aquellos años duros), aunque él no se ha conformado y sigue soñando con realizarse como persona y como profesional.
La actitud de Richard es la misma de siempre: modificar sus circunstancias para crecer, y no olvidarse jamás de los otros.
Fuente original: Rosaura Pando.
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* Nota editorial Final:
Muy Estimada Rosaura Pando, Edgardo Epherra y Adrian Balajovsky: Si de casualidad se enteran que hemos transcrito su anécdota y les interesa participar de alguna forma con nosotros en PULSO PYME, por favor pónganse en contacto conmigo. ¡Gracias!
Agradecemos la transcripción y publicación autorizada por la editorial EDIBA S.R.L. exclusivamente para PULSO PYME. Para más detalles y materiales visitar: www.ediba.com
Bibliografía:
EDGARDO ARIEL EPHERRA y ADRIAN BALAJOVSKY. Un recreo para el corazón. Obras Maestras. Historias, anécdotas, conversaciones y testimonios. Narrados por docentes para entibiar el alma, sonreír y seguir creciendo. Editorial EDIBA. Argentina, Bahía Blanca. 2004. Pp.: 129 – 131.
Imágenes: Cortesía de PIXABAY.