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El lunes 21 de marzo del 2022 se inauguró, como estaba anunciado, el aeropuerto de Santa Lucía. No está terminado, y tiene muy pocas operaciones, como ya lo habíamos comentado. Se le agregó, para efectos escenográficos, la asistencia de vendedores ambulantes, músicos, acarreados, y la corte de los milagros, incluyendo a los compadres capitalistas, como corresponde, para el lustre que requiere la mejor obra del sexenio.

No hay que olvidar eso: se inauguró la mejor obra de este gobierno. Lo demás será peor, por decirlo de otra forma. Los grandes proyectos de López Obrador son un fracaso rotundo.

Ya decíamos que Santa Lucía habrá costado más de medio billón de pesos (ya considerando la cancelación de Texcoco y las vías de acceso a Santa Lucía que aún no existen), para aportar, de entrada, un incremento de 1% a la conectividad aérea de la capital del país. Veo a muchos que creen que eso cambiará en el futuro, pero simplemente regresar al nivel que tenía el AICM en 2019 implica un incremento de 30% en la capacidad actual, y eso no lo hará Santa Lucía, ni en este año, ni en ningún otro. Lo más probable es que, en unos años, termine como terminal de lujo para los militares. Si tuviera usted dudas, voltee a ver a Toluca, que tuvo más posibilidades que Santa Lucía, y que ronda 250 operaciones diarias, el 10% del máximo que alcanzó el AICM en 2019.

En el caso de Dos Bocas, es difícil estimar resultados porque no tenemos mucha información. Tampoco la hemos tenido de Santa Lucía, por cierto, ya que los militares no suelen ser muy generosos con ella. De lo poco que se sabe, abundan asignaciones directas, y miles de millones de pesos sin destino claro. Lo mismo ocurre en Dos Bocas, en donde ya pasamos de 8 mil a 12 mil millones de dólares en el costo esperado, pero muy probablemente alcancemos 16 mil millones. Por otra parte, ya es claro que no operará durante este sexenio, sino durante el próximo, de acuerdo con información pública. Pero eso está por verse, porque está diseñada para crudo pesado, que para entonces muy posiblemente no tengamos en cantidad suficiente.

De hecho, durante febrero, la producción de crudo pesado fue de 683 mil barriles diarios, 10% menos que hace un año, 200 mil barriles menos que hace dos, 350 mil menos que en 2019. A ese ritmo, en tres años toda la producción tendría que irse a Dos Bocas, dejando al resto del Sistema Nacional de Refinación sin insumos. Tal vez no importe para entonces, porque las viejas refinerías ya tampoco funcionan muy bien, que digamos. Por cierto, en febrero la producción de Pemex fue la más baja desde los años setenta, con la única excepción de julio de 2020, que fue prácticamente igual a la del mes pasado.

Del Tren Maya no creo que se deba decir mucho: cambiar de trazo a la mitad de la construcción es algo impensable en este tipo de proyectos, pero además seguir construyendo en un terreno que no se presta para una vía de ferrocarril, destruyendo el sistema hídrico subterráneo de la península no tiene excusa alguna. Es sólo porque el presidente es necio que se sigue buscando cómo terminar esta obra, que cualquiera con mínimo sentido común habría entendido ya que no es factible.

En suma, espero que Santa Lucía le haya parecido una terminal aérea digna, o al menos razonable, porque lo demás será peor. No está de más recordar que hoy ya tendríamos un aeropuerto de verdad para la capital del país, un sector energético competitivo, y tres billones de pesos en la bolsa para poder hacer cualquier cosa. Todo eso se perdió por pura necedad. Y el responsable es López Obrador, nadie más.

*NOTA FINAL:

Este artículo, en su versión original, se publicó en “EL FINANCIERO” con fecha 25/03/20022, https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/macario-schettino/2022/03/25/lo-perdido/
Lo reeditamos, reproducimos y compartimos con la autorización del Dr. Macario Schettino y le extendemos nuestro agradecimiento por su importante colaboración para nuestros lectores en www.pulsopyme.com .

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Macario Schettino

Sobre el Autor

Macario Schettino

Macario se desempeña actualmente como Profesor de la Escuela de Gobierno del Tec de Monterrey, donde estudió su doctorado en Administración de empresas en un programa conjunto con la Universidad de Texas en la ciudad de Austin, Texas, USA. Además es comentarista sobre política y economía en diferentes medios. Imparte cursos tanto a nivel licenciatura como en maestría. Sus temas doctrinales están basados en política, economía e historia mexicana. Es Ingeniero Químico, Maestro en Economía, y candidato a Doctor en Historia. En el área académica, ha sido profesor-investigador en El Colegio de México y el Tec de Monterrey, en donde también fue Director de Investigación y Doctorados. Fue Coordinador General de Planeación en el gobierno del DF, y asesor y consultor para asociaciones empresariales, partidos políticos y órdenes de gobierno. Ha escrito una decena de libros acerca de México en temas económicos, políticos y sociales, y otro tanto de libros de texto en temas similares. Anteriormente fue miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel 1.
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